Alberto Mesirca, guitarrista |
Abarca desde las primeras pruebas, con la Canço d’hivern de 1936, hasta las obras más maduras y profundas, prescindiendo de todos los adornos y acercándose a una idea esencial siempre más cercana a la imagen de una “música callada”, como cantada por San Juan de la Cruz.
Esta grabación está compuesta de 16 piezas, la mayoría de las cuales han sido agrupadas en suites o colecciones, y son presentadas en orden cronológico.
“Yo soy un compositor intimista. No me gusta desbordarme; prefiero esta introspección jugosa y total en la intimidad”.
(Diario Levante, Valencia, 23 de mayo de 1967)
Vicente Asencio es uno de los compositores del siglo XX, cuya obra para guitarra ha obtenido un amplio éxito, aunque él mismo no conocía el arte de tocar la guitarra.
En efecto, él era esencialmente un excelente pianista que completó sus estudios en la Marshall Academy de Barcelona, donde la influencia del gran Enrique Granados era todavía aún tangible.
Como compositor, eligió deliberadamente y apasionadamente adherirse a la tradición musical de su ciudad natal, Valencia. Eso no se debe considerar como una limitación cultural, dada la naturaleza de los eventos que marcaron la vida musical durante la primera parte del 1900.
Y lejos de ser provinciano, sin embargo, Asencio fue un artista de una formación considerable, tenía una mente abierta, sin prejuicios y estaba interesado en todos los aspectos de la música de su tiempo.
Sus estudios empiezaron con el padre y el violinita Emilio Bou, y después continuó en Barcelona, siguiendo las clases de armonía de Enric Morera, discipulo de Albéniz y Pedrell, y piano con Frank Marshall, discípulo de Granados, para posteriormente recibir los consejos de Joaquín Turina y Ernesto Halffter.
En 1934, junto a otros músicos valencianos, fundó el "Grupo de los Jóvenes", manifestando:
“Aspiramos a la realización de un arte musical valenciano vigoroso y rico, a la existencia de una escuela valenciana fecunda y múltiple, que incorpore a la música universal el matiz psicólogico y la emoción propia de nuestro pueblo y de nuestro paisaje”.
Y en todo caso, optando por seguir exclusivamente la estela de la música española – desde Albéniz hasta Falla y Rodrigo –, tomó una decisión muy profunda e ingeniosa, que casi encarnaba un anhelo de regresar a la época dorada de la música hispánica, representada por Scarlatti, Gaspar Sanz o Santiago de Murcia. Lejos de eludir lo que pasaba en el mundo de la vanguardia, constituyó una declaración de identidad.
Interesante en este sentido es su declaración publicada por el diario Levante, de Valencia, del 25 de enero del 1962:
“Soy un músico actual, aunque no todas las corriente actuales me interesan. Soy un músico tonal; creo que el movimiento actual atonal, introducido hace poco en España y viejo en Europa, es interesante como movimiento de intento renovador;
ahora bien, no creo que a nosotros, los mediterráneos, con nuestro temperamento, nos vaya bien su estética, porque el dodecafonismo es un movimiento especialmente cerebralista y nosotros somos sustancialmente intuitivos”.
En estos años, de hecho él se aproximó al joven Narciso Yepes, que, siguendo sus estudios musicales con el guitarrista valenciano Estanislao Marco, buscaba un docente que lo pudiera instruir sobre las bases de la interpretación musical sin estar exclusivamente conectado con la guitarra, o sin ser él mismo un guitarrista.
Así Asencio lo instruyó construyendo modelos con el piano, que Yepes tenía que imitar a la guitarra, y ningún atajo o método simplificado sobre intervalos, contrastes dinámicos ni maneras de articular las notas le fueron permitidos.
Yepes fue “forzado” a buscar soluciones que podían solventar muchas dificultades técnicas, como escalas de notas dobles, y estas lecciones al final resultaron ser extremamente útiles, tanto para el guitarrista como para el compositor, que sintió una gran pasión por la guitarra, a tal punto de decidir seguir componiendo para este instrumento.
El resultado fue una serie de tres homenajes, en los cuales Asencio evoca a Domenico Scarlatti (Sonatina), Manuel de Falla (Elegía, cuya primera versión, de 1946, es para piano, y existe una tercera versión de la obra para orquesta, tan grande era la admiración de Asencio por el compositor) y Federico García Lorca (Tango de la casada infiel). El tríptico resume los diferentes ingredientes del estilo compositivo de Asencio: la gracia meditabunda de la Sonatina, la melancolía evocativa de la Elegía, y la ardiente sensualidad del Tango.
Cuando Yepes alcanzó fama internacional, reconoció su trabajo pidiéndole otra composición para él mismo. El resultado fue el Collectici íntim, una suite que consiste en cinco movimientos en una forma de sucesión de canciones y danzas.
La primera pieza es La Serenor, enteramente construida alrededor del pedal de dominante que se somete al fluir plácido de los acordes y dobles cuerdas en el registro superior que, juntos, crean una melodía esencialmente serena.
La Joia, la segunda pieza, es como un espectáculo de fuegos artificiales, con un ritmo constante de 6/8 y 3/4 interrumpido por valientes figuraciones virtuosisticas. La energía explosiva de esta musica evoca una ráfaga de alegría colectiva, más que una experiencia emocional individual.
La tercera pieza es La Calma, una canción casi encantada, suspendida entre una reverie y una barcarola.
Con relación a la cuarta pieza, La Gaubança, es una forma de jota en la cual pasajes distintamente rítmicos se alternan con explosiones audaces de virtuosisimo, incluyendo un pasaje extraordinariamente rápido en cuartas que puede ser entendido como una reminiscencia de la relación musical con su estudiante guitarrista, que tenía que resolver problemas técnicos con su instrumento, derivados de la técnica pianística.
La Frisança es la quinta y ultima pieza, un perpetuum mobile en arpergios que recuerdan una técnica “paganiniana”, junto a una particular sensibilidad para estados de ánimo flotantes que van desde la calmada delicadeza hasta la rabia beligerante.
En el año 1971, Radio Nacional de España comisionó a Asencio para escribir una obra para guitarra sobre el tema de la Semana Santa. El resultado fue Dipsô, una palabra regional que se refiere a la agonía de Jesucristo en forma de recitativo, en el cual el compositor evita una actitud hiperdramática, y en cambio da voz a un doloroso lamento, lleno de pathos y dulzura.
Esta pieza alcanzó el interés de Andrés Segovia, que, algunos años despues, en 1977, invitó al compositor a escribir otros dos movimentos, siempre relacionados con el tema de la Pasión.
Con la incorporación de Getsemaní y Pentecostés, el compositor la llamó Suite Evangeliques, si bien Segovia, cuando grabó la obra, decidió darle el nombre de Suite Mística.
La tristeza de los dos primeros movimientos cambia en Pentecostés, donde el flujo de arpegios expresa la idea del Espíritu Santo que desciende para investir a los apóstoles afligidos de coraje y de regalos carismáticos para su misión futura.
Compuesta en el 1973 y dedicada a Angelo Gilardino, la Suite Valenciana encarna perfectamente los ideales anunciados en el Manifiesto del Grupo de los jóvenes.
En efecto, sus tres movimentos son impregnados de una frescura típica de la música valenciana, si bien no hay referencias directas a las melodías folclóricas. En esta obra, el planteamiento de Asencio sobre la escritura musical es el de un pianista, todavía hay en la guitarra una paleta brillante de color y luz.
https://www.brilliantclassics.com/articles/a/asencio-complete-guitar-music/
Y un link a mi sitio web:
http://www.albertomesirca.com/