Por: Sara Dominguez
La arquitectura, la escultura, la pintura, la música, la danza, la poesía y la literatura, y finalmente el cine. Esas son las siete artes que definió el crítico Ricciotto Canudo en su Manifiesto de las siete artes para incluir al cine entre ellas.
Todas estas disciplinas se caracterizan por estar realizadas con una finalidad estética, aunque también comunicativa. En las artes importa tanto el continente como el contenido. Son la representación más viva de la cultura en las sociedades humanas.
Pero, lejos de lo que mucha gente puede pensar, las artes no solo tienen una finalidad estética, ideológica o de expresión de ideas, sino que sirven a los artistas para desarrollarse personal y profesionalmente.
Con la música vemos un claro ejemplo de ello, aprender a tocar un instrumento tiene importantes beneficios en todos los niveles, y si además ese instrumento es el piano, la lista de consecuencias positivas se multiplica.
¿Por qué es importante crear o interpretar música?
Escuchar música tiene efectos muy positivos para la salud. El cerebro libera dopamina, un neurotransmisor asociado con el placer. Esto ocurre cuando se escucha música y cuando se es consciente de que se va a escuchar en el futuro. A su vez, exponerse a música ayuda a reducir la ansiedad, mejora la frecuencia cardíaca y favorece el humor y estados mentales agradables.
La música es, por tanto, una herramienta terapéutica. De esto saben muchos los especialistas de marketing, comunicación y publicidad, que la utilizan como herramienta para sus campañas de fidelización y captación de clientes.
Y si escuchar música es beneficioso, interpretarla, es decir, tocar un instrumento, lo es mucho más. Las personas que lo hacen no solo escuchan música, sino que ponen en acción cuerpo y mente, es un entrenamiento de todos los sentidos y a nivel cerebral.
La música y el cerebro, sensaciones de felicidad
La educadora neuromusical Anita Collins afirma que cuando los músicos tocan un instrumento lo que se produce en su cerebro es como una cascada de fuegos artificiales. El sistema nervioso separa todos los componentes musicales: armonía, melodía, ritmo… para volver a unirlos y sentir la experiencia integrada.
La capacidad de tocar instrumentos potencia varias áreas del cerebro: cortezas visual, auditiva y motriz, ambos hemisferios, el cuerpo calloso y promueve un desarrollo cerebral más avanzado y una memoria más amplia.
Además, hacer música contribuye a impulsar habilidades como la alfabetización, el cociente intelectual o la capacidad para representar y analizar objetos mensualmente. Estos procesos se dan especialmente durante la infancia, pero se reproducen en cualquier etapa vital.
De hecho, varios estudios científicos liderados por la investigadora Brenda Hanna-Pladdy, de la Universidad Emory, en Atlanta, señalan que hacer música reduce el riesgo de padecer problemas de memoria y deterioro cognitivo con el paso de los años.
¿Qué sucede con el piano?
Todos estos procesos se ponen de manifiesto sea cual sea el instrumento que se desee tocar, pues todos requieren de un importante proceso de aprendizaje y del impulso de las capacidades creativas.
Sin embargo, con el piano las sensaciones se multiplican, pues es un instrumento muy complejo donde se manejan las octavas completas dentro de la escala musical. El piano activa de manera natural los hemisferios izquierdo y derecho del cerebro, pues para su práctica necesita del uso de las dos manos.
Esto permite también mejorar la coordinación. Cuando se toca este instrumento, y se puede aprender a tocar el piano a cualquier edad, se practica gimnasia cerebral de la buena. Hay que activar todo el cerebro para pulsar las teclas, leer las partituras y, al mismo tiempo, escuchar la música que se está interpretando.
La mejora de la capacidad auditiva es otro de esos aspectos positivos asociados al piano. Estas habilidades benefician la memoria verbal y permiten, fuera del mundo de la música, reconocer mejor las voces en los entornos ruidosos.
Leer partituras e interpretarlas es, en resumidas cuentas, una manera de traducir desde el lenguaje abstracto musical esas notas a sonidos. Podemos decir, por tanto, que tocar instrumentos, y en especial el piano, se asemeja a la dificultad de aprender un idioma extranjero, pues también se está traduciendo esa información.
Finalmente, no hay que olvidar un detalle, las notas, los ritmos y la teoría musical están basados en las matemáticas. Leer música y contar ritmos activa áreas del cerebro que también se ponen en funcionamiento cuando intentamos entender teorías matemáticas.
La música, y el piano es un buen ejemplo de ello, no es ciencias o letras, esa errónea formulación que separa las áreas de conocimiento, sino que se alimenta de ambas. Al final, tocar instrumentos musicales puede que no te convierta en Premio Nobel, pero sí va a ayudar a que tu cerebro se mantenga más sano y activo. ad