¿Cuántos familiares directos se nos van a morir a lo largo de nuestra existencia?
Hagamos un leve recuento: padres, hermanos, abuelos, cuñados, suegros, (poco probalmente hijos y nietos), etc...
Si hacemos un mero cálculo aproximado, dada la escasa tasa de natalidad, quizá no lleguen a diez o veinte como mucho.
Entre los treinta o cuarenta y cinco años que tiene una persona en su vida laboral no supone una cantidad de días considerable, por lo que no se comprende que los permisos que la administración o las empresas dan a los trabajadores muchas veces sólo comprendan familiares hasta segundo grado, siempre que sean directos, es decir, no incluiría la familia política, los suegros/as ni los cuñados/as ni las consuegros/as...
Además, en el caso de la administración educativa (cuyo criterio varía en función de la comunidad autónoma en la que se trabaje), a veces distingue el permiso en número de días según sea de primer o segundo grado, es decir, que si la única persona que te queda en la vida es tu abuela, te darán menos días para velarla que si hubieran sido tus padres los fallecidos.
Esto es un gesto, a mi juicio, que no tiene la talla suficiente de humanidad. Justo cuando más se necesita el apoyo y la comprensión de la administración, en ese momento, ves una tabla jerarquizada y discriminatoria, como si el cariño que se le tiene a un abuelo pudiera ser menor al de otros familiares.
Es hora de que se humanice la educación y no se mercantilice el dolor más profundo del ser humano, ver desaparecer en el momento a veces menos esperado a quien ha estado a tu lado apoyándote y cuidándote toda tu vida.
A mi modo de ver, debería de igualarse tomando como modelo a seguir aquella comunidad autónoma que más consideración tenga hacia los docentes, e igualar el número de días (por arriba, por la máxima), es decir, no diferenciando derechos en función del familiar que falte.
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