I
Cuaderno de bitácora
Primer día:
Zarpamos de Catania al amanecer. Buen tiempo.
Zarpamos de Catania al amanecer. Buen tiempo.
Segundo día:
Entramos en el embudo del estrecho de Messina
El mar empieza a encresparse
Mantenemos rumbo al costado de Escila
Entramos en el embudo del estrecho de Messina
El mar empieza a encresparse
Mantenemos rumbo al costado de Escila
Tercer día:
Acabamos de pasar el estrecho. El mar Tirreno nos recibe enfurecido.
Orden de cambiar el rumbo para coger el mar por babor.
La bujía de Stromboli nos conduce al atardecer.
Acabamos de pasar el estrecho. El mar Tirreno nos recibe enfurecido.
Orden de cambiar el rumbo para coger el mar por babor.
La bujía de Stromboli nos conduce al atardecer.
II
El viento del sur levantaba olas de humo y ceniza alrededor de nuestra nave.
A punto de tocar la costa, el negro espinazo de la noche cayó sobre nosotros.
Nada hay más poderoso que la voz del volcán ni más asombroso que las llamaradas de su garganta ni más hermoso que nuestro miedo.
Resollaba la tierra como un sueño que cae.
Pero al amanecer, todo parecía transparente y en calma.
El volcán exhaló un aliento tan fino como el de un pájaro que despertara en su boca.
No había viento. La isla no nos esperaba. Ni el mar. No había viento. Tampoco el mar.
Comenzamos a hablar en voz baja. Al borde de la tierra. Y del mar. Las palabras deslizándose por una muselina. El tiempo intacto.
III
¿Quién nombra todavía
a aquel ahogado
que mandaba el agua?
Era la campana lo que volvía, el tañido,
era dentro,
todo lo que parecía paso
era dentro del sueño, retorno
de un golpe a otro que no para
o no se llega a dar.
Y la tierra, más allá, fría
sin huella de haber acogido
algún día, algún sentimiento.
a aquel ahogado
que mandaba el agua?
Era la campana lo que volvía, el tañido,
era dentro,
todo lo que parecía paso
era dentro del sueño, retorno
de un golpe a otro que no para
o no se llega a dar.
Y la tierra, más allá, fría
sin huella de haber acogido
algún día, algún sentimiento.