Hoy quiero comentar un volumen bastante reciente en las librerías, que aparece en su primera entrega en pulquérrima edición. Se trata de los escritos del conocido como "poeta-músico" de la Generación del 27, Gerardo Diego, a cargo de Ramón Sánchez Ochoa, a quien felicitamos por lo excelente de su trabajo, y de la documentalista Elena Diego Marín, hija del célebre poeta, igualmente loable.
En la editorial Pre-Textos, este volumen de unas ochocientas páginas, perfecta y completamente indexado para consulta de los muchos protagonistas musicales que en ellas habitan, está dividido en dos bloques fundamentales: el primero recoge textos sobre historia de la música, desde las Cantigas de Alfonso X hasta Joaquín Rodrigo o Gombau, con una última reflexión, muy profunda y aún certera (¿A dónde va la música?) sobre la coexistencia entre "la de siempre" y la, podríamos denominar "experimental"; el segundo dedicado fundamentalmente a los intérpretes (crítica), desfilando por él una pléyade de pianistas (entre otros instrumentistas), como su admirado Iturbi, su no tan admirado, al principio, Querol, el discípulo lisztiano Sauer en España, Alicia de Larrocha (sobre una emisión radiofónica), Arthur Rubinstein...
Debo confesar que a Gerardo Diego debo uno de los momentos más especiales de mi carrera pedagógica cuando usamos unos preciosos poemas suyos sobre los nocturnos de Chopin para recitar en un monográfico que le dedicamos hace bastantes años.
Debo confesar que a Gerardo Diego debo uno de los momentos más especiales de mi carrera pedagógica cuando usamos unos preciosos poemas suyos sobre los nocturnos de Chopin para recitar en un monográfico que le dedicamos hace bastantes años.
Gerardo Diego "sabe de lo que habla", permítaseme la expresión, no en vano fue pianista (en la portada se ve una foto suya examinando la partitura en versión para piano de la Danza de la molinera de "El Sombrero de Tres Picos") y tocaba la obra completa de Falla en conferencias-concierto, estrenando Le Tombeau de Paul Dukas del maestro gaditano en Madrid, Lisboa, amén de otras ciudades y obras. Una persona de tal erudición, que era capaz de analizar con conocimiento y autoridad (era amigo personal del compositor de La Atlántida), es de lectura obligada para todos aquellos apasionados de la música española.
Especialmente recomendables me parecen sus textos sobre obras pianísticas fallianas, como ya he citado (págs. 329 y siguientes) y turinianas (407 y ss.). Era amigo de muchos otros músicos importantes españoles de su época.
Un libro lleno de detalles, anécdotas, curiosidades o la "intrahistoria musical española", me gustaría decir. Será útil para los que quieran saber más sobre el genial Ricardo Viñes, del cual escasea la bibliografía a mi modo de ver, lamentablemente teniendo en cuenta la fecha que vivimos y en comparación con la importancia de su figura. Son muy interesantes sus recuerdos de las interpretaciones de Iberia en vivo (pág. 534): Rubinstein, Selva, Iturbi, Querol y Abreu. Era un adalid de la música más allá del Romanticismo y criticaba con frecuencia la falta de novedades, de imaginación de muchos pianísticas al no programar obras de su tiempo. Hay un breve texto que llama la atención por lo singular dentro del libro, y es el referido a Louis Armstrong y el blues (págs. 537-9).
Este volumen se constituye como una obra de referencia, una especie de pequeña biblia para los amantes de la música, en general, y de nuestra música, en particular. El libro, físicamente, incluso afianza esta impresión al tener dos separadores de tela. Felicitamos nuevamente la iniciativa de comenzar a dar luz a todos los escritos de este insigne musicógrafo. El libro comienza con una idea que homenajea el antiguo adagio de que "conocer es amar" tanto como "amar es conocer", me gusta añadir. Quien conozca la poesía de Gerardo Diego y sus escritos sobre música amará más ambas artes. Quien ame la música debe conocer este libro.