El piano es como una orquesta en miniatura. Creo que fue Liszt quien hizo una comparación clara entre ambos, miniinstrumento y macroinstrumento.
La mayoría de compositores han sido geniales pianistas, ambas facetas se han retroalimentado realmente. De alguna manera ha compuesto para el piano sintiendo que bajo determinadas melodías había un sonido de tal o cual timbre de la orquesta.
Cuántas veces he tocado algunas sonatas beethovenianas y he sentido que serían magníficos pasajes orquestales? Incontables.
Se podría decir que también hay "dos caminos", compositores como Ravel que parten del sonido pianístico y luego son capaces de orquestar magistralmente (quizá ya en la propia obra pianística estaba el germen en la audición interior del compositor de la subsiguiente instrumentación). Piénsese por ejemplo en la versión que hizo de los "Cuadros de una exposición" de Mussorgsky.
Otro camino sería el de aquellos compositores que parten de una obra orquestal y hacen una reducción para piano, siempre en este orden. Un ejemplo más típico de esta otra vía sería el de Turina.
Sin pretender ser exhaustivo haré acopio de algunos recursos orquestales y su traducción pianística habitual:
-timbales: trinos o trémolos o intervalos de 5as o 4as en registro grave
-fagotes: registro grave o medio en staccato
-pizzicati de violines: agudos con staccato (a veces con medio pedal), entre silencios
-flautines: pasajes rápidos hiperagudos
-trompas: ciertos enlaces de dúos de movimiento paralelo
-trompetas: notas repetidas sobre notas de un acorde tríada mayor
-guitarras (habitualmente fuera de la orquesta): acordes arpegiados rápidos, una nota repetida (como en algunas sonatas de Scarlatti y Soler)
-cuerda, violines, cellos... en función de tesitura: grupos ascendentes y descendentes de arpegios de cuatro notas repitiendo la más aguda y grave. Ejemplos típicos en los "Estudios Sinfónicos" de Schumann
-cuerda: tremolados (en los violines es más sencillo al soler repetir una sola nota), en el piano es más difícil y se hacen acordes tremolados en lugar de acordes repetidos a gran velocidad. Un ejemplo célebre de cuasi-intrapnscritibilidad sería el del comienzo de la Sinfonía núm. 40 de Mozart.