Ayer estuve conversando con una verdadera heroína de los tiempos que corren. Era una empresaria que apostó por un local de música en directo, que ha demostrado ya durante muchísimos meses la calidad de su programación musical semanal, apoyando a los músicos de Valencia, tanto de jazz, como de ópera, como de bossanova, como soul, blues...
Lo estaba pasando mal porque una vecina del edificio de la calle de enfrente había puesto una denuncia a los locales adyacentes por ruído. -Quizá tenga que demostrar esta vecina, como en el caso reciente de la pianista de Laia, que sus problemas no sean debidos a la actividad concreta del local en cuestión, ya que hay varios y también pueden ser autogenerados por ella, o por otros vecinos u otras causas... Los efectos psicosomáticos están muy demostrados...-
Me contó preocupada cómo ella cumplía toda la normativa.. Emprendedoras culturales como ella hay pocas y hacen falta muchísimas más, puesto que lo más fácil es montar un local y poner música enlatada, grabada y pagar un canon correspondiente.
Llevar músicos en directo implica que en algún momento puedan sobrepasar muy puntualmente en alguna ocasión los decibelios. Pero un local que mantiene una programación estable de dos o tres conciertos semanales que duran sólo una hora en horarios perfectamente asumibles como las diez de la noche o antes, no deberían meterse en un mismo "saco"...
He disfrutado muchísimo de su programación y puedo asegurar que no se trata del típico pub al uso, ya que el público, como yo, asiste allí a escuchar música, y no necesariamente a socializarse. Porque allí la música se escucha, se le presta atención, -tenga o no tenga letra- y los músicos son tratados con respeto, y no como un hilo musical. No necesitan grandes altavoces puesto que el concepto casi acústico es una realidad allí, con apenas un aforo real de menos de cincuenta personas.
Realmente es triste que se tenga que cumplir con tanta burocracia para generar cultura. Demasiada zancadilla y palos en la rueda a los promotores. Al final les hacen desistir de su intento de generar un espacio cultural.