Por Agustín Manuel Martínez
¡Tárrega, guitarra!
¡Guitarra, Tárrega!
Tus letras se confunden
Como el amante y la amada.
Maestro de Maestros,
Rey de lo sublime-eterno,
Emperador del Reino de Orfeo.
Tu música es agua y arena,
Es elegancia y es pueblo,
Es dulzura y nervio puro,
Es luna rota y sol ciego.
¿Dulces promesas?
Vanos ensueños.
¿Tristes desengaños?
¡Amores nuevos!
¿Elogio del estilo?
¡Invitación al vuelo!
¿Equívocos paraísos?
¡Campanas de duelo!
¡No hay tormento que me plazca tanto
Como morir al ritmo de tu canto lastimero!
¡No hay muerte que me seduzca más
si me arrancan el alma a jirones tus rasgueos!
Tus sonidos se aproximan en su agonía
A los desgarros de los campos yermos.
Desbordas mis sentidos sin piedad
Si acaricias sus cuerdas de terciopelo.
Y aquí me tienes, como un preso,
Fijo al mástil de tus encantamientos,
Bien clavadito a tu clavijero
Y no hay tarraje que valga, ¡libertad no quiero!
¡Dejadme estar una vez más
a solas con mis sentimientos!
¡¡Dejadme oír una vez más
la guitarra de Tárrega: