Acabo
de asistir a la conferencia-concierto que Agustín Manuel Martínez ha
pronunciado esta tarde para las Tertulias Cau d Art, de la Asociación Rincón del Arte Adall, en el Forum Babel de Castellón.
Con una amplia asistencia de publico se ha dado inicio al acto con una
llamada de atención por parte del pianista hacia lo popular: el legado
musical que encierran las canciones que nuestros ancestros han ido
transmitiendo de viva voz.
Ha sido un emocionado viaje plagado
de alusiones musicales el que nos ha propuesto el pianista y que ha
comprendido el espacio que va desde antes de la Edad Media hasta la
actualidad, haciendo hincapié en la influencia árabe sobre la música
popular y tradicional española.
Con referencias a las armonías y
escalas que determinan las mismas se han explicado con ejemplos
prácticos musicales los orígenes y la diferencias armónicas, rítmicas o
de acentuación, como su progresión en el tiempo, de las cadencias o
figuras musicales.
Con gran profesionalidad Agustín Manuel
Martínez, sentado al piano, ha hecho vibrar al público con sus
observaciones siempre contrastadas y explicadas en primera potencia.
Nada hay como la sonoridad cuando se habla de música. Acertado y
razonable el haber utilizado como contrapeso perfecto la idea de
intercalar a la oratoria su no desdeñable traducción puramente musical.
Finalmente para cerrar el acto y después de que Agustín Manuel Martínez
nos interpretó dos canciones populares andaluzas, Zorongo y
Nana, sobre una transcripción de García Lorca, el Capricho Árabe de Tárrega y el Fandanguillo, obra de Muñoz Molleda el pianista ha dado paso a
la actuación de dos de sus alumnos.
David Soler Ortiz ha interpretado con gran acierto Zambra, de "Danzas Gitanas", libro primero, nº 1, de Joaquin Turina.
Por último Carlos Fernández Corral, ha interpretado con pasión y
soltura la conocida Farruca o Danza del Molinero, de "El sombrero de
tres picos" de Manuel de Falla.
No puedo dejar de resaltar el
interés que ha despertado en el público asistente el buen hacer del gran
músico. Una empresa de tal magnitud, como la que ha abarcado Agustín en
su disertación en un tiempo tan limitado, requiere de verdadera
maestría y buen hacer.
Uno solo puede transmitir pasión cuando
ama lo que hace. Y no hay intento por muy arduo que sea que se resista a
la nobleza y a la sinceridad, cuando uno siente lo que habla y su base
indiscutible hace que lo transmita con maestría.
Mi felicitación sincera al maestro y a sus dos alumnos.