Así se titula el libro que he terminado de leer, obra de la filósofa suiza Jeanne Hersch, una compilación de textos escritos entre 1981 y 1990 con algunos inéditos, recopilados en la ed. Acantilado y traducido por Rosa Rius y Ramón Andrés.
Es un libro de estética musical, más centrado, a mi modo de ver, en la primera parte del título que en la segunda. Está plagado de reflexiones muy interesantes sobre cómo el oyente debe implicarse a la hora de escuchar música, lo que denomina "receptividad activa", es decir un prestar atención consciente, una concentración, un acto no pasivo en cualquier momento... Una actividad más intensa que muchos esfuerzos en su opinión.
O su definición del presente, esa pequeña duración que califica de "miniatura de eternidad", lo que hay entre el antes y el después que sólo se puede asirse, o creerlo, en ese momento que según ella no transcurre (strictu sensu) y donde la melodía se desarrolla. Para Jeanne Hersch unas notas llevan a otras, la música tiene un devenir, una discursividad, una dirección y crea un tiempo especial, un pasar como ondas en el agua.
El presente, lo que hay. Una frase que me encantó fue aquella en la que conmina a todos a actuar, pues mientras nada se haga en el presente poco cambiará en el futuro. Critica el concepto de escucha de la música como huida (una "embriaguez confusa") y que en nuestra época se considere que ningún criterio sea definitivo. A propósito se muestra clara: podemos a "volver a ser bestias y esclavos", como la historia ya nos ha enseñado repetidamente. En este sentido, podríamos decir que está muy de actualidad. Señala a la música con el papel de recordarnos qué tenemos que ser!
La página 34 es un pequeño texto de cuatro párrafos que resume muy bien varias de sus ideas principales, es el capítulo "Para Bernard Ducret".
Otros capítulos inciden con palabras similares en ideas anteriores, lo cual se agradece porque puede aclarar mejor ciertos conceptos que por ser de gran reflexión pueden entenderse mejor así.
Me gustó también su reflexión sobre los intérpretes que están en la sala de conciertos para los oyentes y no a la inversa. Además de ser una tautología clara, sitúa con diafanidad meridiana el verdadero rol del oyente, co-creador de la música, que con sus expectativas (siempre que la música sea discursiva, como recalco, pues no sería aplicable a ciertos estilos minimalistas) da forma al acto musical. Y además enseña humildad, de soslayo, a ciertos div@s de la praxis musical.
No concuerdo con la expresión usada en la pág. 44, y no por terminología sino por semántica, pues creo que es una confusión esperar la llegada de una dominante, tenga lugar o no" cuando en realidad la función atractiva la tiene ésta. Pienso que quiere referirse a las tónicas, como por ejemplo en muchos estudios de Chopin, donde aparecen muchas dominantes que no resuelven, aunque queda claro el carácter tonal de los estudios (con muchas especie de tónicas "fantasma" en sus partes centrales, están ahí sin sonar:)
Habla mucho de la libertad y me gustó mucho un pasaje en el que explica cómo muchos oyentes pagan para escuchar algo que saben que les hará sufrir (ciertas obras musicales), pero es un sufrimiento que libera en el momento de la escucha. Una especie de catarsis, entiendo, una sublimación.
Le da importancia a los finales de los textos que comparados con la música cree que son más importantes o diferentes al menos. En los textos escritos cree que debe sustanciarse lo más granado del pensamiento y en la música opina que es un momento que hay que llenar forzosamente (toda pieza tiene un comienzo y un final) y opina que suelen ser grandes ff o disoluciones pp, como efectivamente estadísticamente suele suceder, lo cual, a mi juicio, no le confiere menor protagonismo a estos momentos esenciales de la composición. Hay en concreto un final de un párrafo suyo en el que la oración es un simple verbo. Pasamos. Me parece de una síntesis vital asombrosa y loable.
Un libro afín en cierto sentido a otro que me encantó, más técnicamente musical: Psicología del ritmo, de Paul Fraisse.
El económico y reflexivo libro Tiempo y música, ilustrado con un teclado en su portada, de Jeanne Hersch está disponible en este enlace.