Comienzo hoy una serie nueva, utilizando una palabra que está tristemente de moda, la de crítica "en diferido" :) O sea, un grupo de entradas en las que haré acopio de mis recuerdos sobre conciertos antológicos que he disfrutado en el pasado. Y quiero empezar hoy con uno de los que más me impactó, el del malogrado (pues falleció demasiado pronto, tanto que no volví a escucharlo después de este concierto) pianista cordobés Rafael Orozco. Todo lo que diga de él ahora será poco en relación con su talla musical.
Tuve la inmensa suerte de que tocase en mi ciudad de residencia a la sazón, en el Gran Teatro Falla, de Cádiz. Ha llovido mucho desde entonces, más de dos décadas, era la época de la EXPO o exposición universal de Sevilla, que colaboró de modo que el Pabellón de Andalucía patrocinó su grabación en cd de Iberia, realizada en una iglesia de Londres en 1992 para el sello Auvidis Valois, una joya discográfica donde las haya. La grabación fue entre enero y febrero y el concierto del que hablaré el día 17 de mayo del famoso y crucial año, o sea, tenía la obra muy reciente, "en dedos", que dicen algunos pianistas. Estaba enmarcado en un proyecto que se llamaba "Cultural Mundo Vela", ya sabéis que la preciosa Cádiz es un puerto ancestral, incluso se creía que estaba el final de Occidente, con las famosas columnas de Hércules y todo :)
En las notas al programa -extraídas del libreto del cd- el propio Orozco escribía de su puño y letra:
"Albéniz se enamora del paisaje andaluz, y quiere expresar toda la riqueza de aromas, de colores y de reflejos de esta tierra tan pródiga en producir sensaciones artísticas. Y para ello buscó y encontró el lenguaje armónico que más le convenía, y que con mayor fidelidad pudiera traducir aquel afán expresivo.
"Albéniz se enamora del paisaje andaluz, y quiere expresar toda la riqueza de aromas, de colores y de reflejos de esta tierra tan pródiga en producir sensaciones artísticas. Y para ello buscó y encontró el lenguaje armónico que más le convenía, y que con mayor fidelidad pudiera traducir aquel afán expresivo.
Tampoco estoy conforme con quien afirma que esta música es recargada, barroca y que en ella hay un derroche superfluo de efectos y de dificultades de todo tipo. Como decía Mozart a su Emperador, que reprochaba lo mismo a sus creaciones, podemos afirmar también que en la música de Albéniz no sobra ni falta nada, todo está en función de lo que quiere expresar su autor, quien era plenamente consciente de los medios que ponía al servicio de su inspiración"
Luego, podemos comprobar la alta talla intelectual y emocional, sensible, de este artistazo. No puedo estar más de acuerdo con él. De hecho era un adelantado a su tiempo y ya estaba considerando la Iberia como una suite perfecta, escrita sin que le sobre ni falte una nota, un enfoque actual, sin necesidad de "arreglarla", eso que se puso tan de moda después. Las obras son fáciles o difíciles en función de la técnica que tenga el pianista y Orozco iba sobradísimo, igual que el propio compositor... Es de hecho uno de los pianistas con mayor técnica de la historia: oíganse sus estudios de Chopin, su suite en si menor de Liszt, su integral de conciertos Rachmaninoff (el concierto tercero lo tengo grabado en vídeo de un directo que hizo en Sevilla más o menos por la misma época, cuando se estrenó su teatro Maestranza)...
También me impactó efectivamente su alto sentido del "color", de los planos sonoros, del canto de las voces interiores, pues no hay otra Iberia más rica, junto quizá con las de Loriod, la esposa de Messiaen (de casta le venía al galgo:) o la de Esteban Sánchez, Alicia de Larrocha, entre algunas pocas más (en la portada del cd de Esteban, a modo de slogan promocional decía la etiqueta sobre el plástico, que aún conservo, dicho por Barenboim: "Qué virtuosismo, qué colorido! Esta grabación tiene que salir en compacto!" y lo remarco aquí porque es tan infrecuente escuchar a un pianista hablar tan bien de otro pianista... :)
Ese concierto fue un prodigio de canto, de legato a la antigua usanza (no como ahora que se abusa del pedal, aunque sea necesario y Orozco lo utilice hasta impresionistamente), pues estudió con otro albeniciano de pro, José Cubiles, el gaditano catedrático de Madrid, cuyas grabaciones de Iberia (fragmentarias) también os recomiendo...
Me llamó especialmente la atención su sentido del fraseo de los tresillos, cómo los hacía más flamencos que ningún otro pianista (y pienso que así hay que hacerlo, pues para algo viajó tanto Albéniz a Andalucía y tanto la amaba, y tanto se inspiró en esta música popular para su creación, y tanto le influyó la guitarra, y tanto imitó la manera de los "cantaores"... queréis que siga dando razones?... no quiero cansar. Simplemente os pido que escuchéis sus tresillos, esos verdaderos ayes o lamentos, los jipíos, cómo los acentúa, cómo alarga a veces la primera nota (si se escucha a Albéniz tocar sus improvisaciones se oirá precisamente eso, que nunca tocaba dos veces un adorno igual y poseía muchos truquillos interpretativos para esto, que sólo enseño en mis clases ;)
Otro dato interesante fue el orden en que interpretó los cuadernos, que no fue el de la partitura, sino uno basado en criterios de escucha (al genial pianista le parecía que había que distanciar más los dos últimos cuadernos por la profusión y densidad musical de éstos), que fue, por orden de cuadernos: II, III, descanso, I y IV
Salí de ese concierto alucinado musicalmente, mucho brillo, mucha emoción, mucho canto aquilatado, demasiado para unos oídos atentos y ávidos de aprender y sentir para una sóla velada! :) Ah, no era de los pianistas hiperlentos. Lo bueno, si breve, dos veces bueno :)